Conticinio: El instante encantador de la noche cuando el mundo mantiene el silencio.

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Durante las horas de la noche, cuando la mayoría del mundo parece estar durmiendo, hay un momento único en el que el silencio toma control del ambiente. A esta etapa se le denomina conticinio. Una palabra que, a pesar de su escaso uso, define con exactitud ese momento en el que el ajetreo del día se encuentra en el pasado, y la noche envuelve la serenidad total.


El término conticinio se deriva del latín conticinium, que fusiona las palabras "com-" (unir) y "tacere" (calar). Se traduce literalmente como "silencio total" o "instante de total tranquilidad". Este término se originó en la cultura clásica, que percibía la noche como un momento de introspección y vinculación espiritual. Para los romanos y los antiguos filósofos, este era el instante en el que todo lo demás se desvanecía, dejando solo el murmullo de las estrellas y el eco de los pensamientos.


Un referente tradicional en la investigación del término conticinio es San Isidoro de Sevilla. Debemos aproximarnos a su inmortal obra Etimologías, en la que recoge y define una gran cantidad de términos en latín. Para él, la noche y el silencio poseían una relevancia única, casi mística, en la que lo tangible se desvanecía y surgía un vínculo más íntimo con lo sagrado y lo trascendental.


Históricamente, el concepto de conticinio ha cautivado a poetas, autores y filósofos. En diversas culturas, la noche se ha visto como un santuario de inspiración, un periodo que promueve la creatividad y la reflexión interna. Es aquí donde las emociones pueden desbordarse sin restricciones, permitiendo a los artistas explorar los rincones más profundos de sus reflexiones.


El poeta español Federico García Lorca fue uno de los autores que mejor capturó este instante, hablando en numerosos de sus poemas sobre la tranquilidad y la serenidad de la noche en Andalucía, un contraste entre el ruido del día y la serenidad nocturna. De la misma manera que Lorca, otros autores y poetas han empleado la noche y el silencio como un medio literario para manifestar la soledad, el amor o la introspección.


El término japonés de seijaku (静寂) simboliza un estado profundo de tranquilidad y serenidad, en el que el silencio y la serenidad facilitan un vínculo especial con el ambiente. Esta idea encapsula el núcleo de una serenidad total, un instante en el que todo parece cesar y el ruido se disipa, una puerta abierta hacia el espacio destinado a la reflexión interna. Este concepto se parece al conticinio, ese momento nocturno en el que el mundo se acurra en un silencio absoluto, lleno de enigmas y solemnidad. Aunque conticinio se refiere específicamente a la tranquilidad nocturna en español, seijaku resalta la paz que puede hallarse en cualquier instante de intenso silencio, lo que resulta en una visión completa de lo que nos envuelve.


Desde un enfoque más científico, el conticinio representa un instante de reposo crucial para el cerebro humano y el cuerpo en su conjunto. A lo largo de la noche, los ruidos y las acciones externas se reducen, facilitando que el cerebro se repose y asimile la información acumulada durante el día. Este procedimiento es esencial para el proceso de aprendizaje y memoria, dado que facilita la consolidación de recuerdos y potencia el desempeño cognitivo.


Las investigaciones han evidenciado que el silencio posee beneficios para la salud, ya que es un medio para disminuir el estrés y fomentar la regeneración celular. Cuando el ambiente se encuentra en silencio, el cerebro puede adentrarse en un estado de serenidad que potencia el bienestar global. Es en el contexto cuando se establecen las condiciones óptimas para esta regeneración: posibilita que los individuos recuperen energía para el día siguiente.


Igualmente, el silencio contribuye a disminuir los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que ayuda a reducir la tensión arterial y a optimizar el funcionamiento del sistema inmunológico. La ciencia está comenzando a desentrañar lo que numerosas civilizaciones antiguas ya conocían: el silencio no es simplemente la falta de sonido, sino un instrumento de curación y recuperación tanto mental como física.


En nuestra época contemporánea, repleta de tecnología y conexión constante, nos encontramos expuestos a la pérdida del conocimiento. Los dispositivos móviles, las plataformas de redes sociales y el trabajo constante nos llenan de estímulos continuos, incluso durante las horas nocturnas. Este modo de vida puede resultar agotador y dañino para la salud, dado que el cerebro no obtiene el reposo requerido para su readaptación.


No obstante, cada vez más individuos están explorando métodos para recuperar ese silencio perdido, mediante técnicas como la meditación, la atención plena y las excursiones a la naturaleza. La pandemia del COVID-19 también generó instantes de silencio y serenidad en las urbes metropolitanas. Era un periodo complicado, pero también fue un recordatorio de lo útil que puede ser el ejercicio para nuestra salud mental y física.


La idea de "silencio digital" goza de gran popularidad. Invita a las personas a aislarse durante la noche para gozar de un instante de conexión personal. Esta práctica no solo implica relajarnos del ruido digital: nos facilita la reconexión con nosotros mismos.


Fuente.


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